COVID-19 y vacunas, el último paso hacia la normalidad

La COVID-19 lo cambió todo en España y en el mundo. Sin embargo, los espejismos en los que la población disfruta de su vida como hacía antes de la pandemia parecen cada vez más cerca de convertirse en realidad, puesto que la llegada de las vacunas puede suponer el último paso para vencer las principales complicaciones derivadas de esta enfermedad y alcanzar así una ‘nueva normalidad’ más parecida a la del año 2019 que a la de 2020.

Por
César Jiménez
La vacuna contra la COVID-19 supondrá un antes y un después en la pandemia

La pandemia de la COVID-19 ha provocado una respuesta a contrarreloj sin precedentes en la que el sector científico ha trabajado sin descanso para dar con la respuesta que pusiese fin a las complicaciones de salud de las personas que contrajesen esta enfermedad.

Y para hacer frente a esta enfermedad, se han desarrollado varios tipos de vacunas que tienen como objetivo que el organismo reconozca el virus que causa la COVID-19 y proteja a la persona del mismo. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades explica que con todos los tipos de vacunas, el organismo se queda con un suministro de linfocitos T, conocidos como ‘células de memoria’ que entran en acción si el organismo se vuelve a encontrar con el mismo virus, y linfocitos B, que producen anticuerpos para atacar los antígenos familiares detectados. En concreto, hay tres tipos de vacunas para hacer frente a la COVID-19.

En primer lugar, las vacunas ARN mensajero (ARNm), que contienen material del virus que causa la COVID-19, el cual instruye a las células del organismo a crear una proteína inocua que es exclusiva del virus y una vez las células copian la proteína, destruyen el material genético de la vacuna. De esta manera, “nuestro organismo reconoce que esa proteína no debería estar presente y crea linfocitos T y linfocitos B que recordarán cómo combatir el virus que causa la COVID-19 si nos infectamos en el futuro”, explica este centro.

Por otro lado, se encuentran las vacunas de subunidades proteicas, que incluyen porciones inocuas (proteínas) del virus que causa la COVID-19, en lugar del germen completo. Una vez que se recibe la vacuna, el organismo reconoce que esa proteína no debería estar presente y crea linfocitos T y anticuerpos que recordarán cómo combatir el virus que causa la COVID-19 si la persona se infecta en el futuro.

Por último, las vacunas de vectores contienen una versión modificada de otro virus diferente del virus que causa la COVID-19, pero que en cuya envoltura hay material del virus que causa esta enfermedad. Esto se llama “vector viral” y una vez que el vector viral está en las células, el material genético les da instrucciones a las células para que produzcan una proteína que es exclusiva del virus que causa la COVID-19. Con estas instrucciones, las células hacen copias de la proteína y esto despierta en el organismo una respuesta y empieza a crear linfocitos T y linfocitos B que recordarán cómo combatir el virus si la persona se llegara a infectar.

Una vez explicados los tipos de vacuna, cabe detallar que las vacunas conocidas como Pfizer y Moderna son del tipo de vacunas ARNm, mientas que AstraZeneca y Janssen son vacunas de vectores.

Hay muchas personas vulnerables que no han sido priorizadas en la vacunación

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, explicó en el mes de noviembre de 2020 la hoja de ruta que desembocaría en la estrategia de vacunación a tomar por España durante los próximos meses para conseguir proteger a la población frente a la COVID-19. “Se va a contar con 13.000 puntos de vacunación y el Gobierno de España va a garantizar que todos los grupos priorizados tengan acceso a la vacuna y, para ello, se acordará en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud una estrategia única de vacunación para todo el territorio nacional”.

Tras la elaboración esta ‘Estrategia de vacunación frente a COVID-19 en España’, la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (COCEMFE) y su Movimiento Asociativo está realizando una intensa labor de incidencia para que se priorizase a algunos de los colectivos que pueden presentar un mayor riesgo de contagio, desarrollar una COVID-19 grave, ver agravada su condición o elevar su riesgo de mortalidad, como son las personas con inmunosupresión, enfermedades neurológicas, ELA, enfermedad renal, enfermedades metabólicas, fibrosis quística, enfermedades respiratorias, cardiopatías, personas con esclerosis múltiple, con enfermedades reumatológicas, artritis, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa y coagulopatías.

En este sentido, la Confederación hizo hincapié en la importancia de que, de la misma manera que se priorizó a las personas con discapacidad en situación de dependencia, las personas cuidadoras profesionales y a las y los asistentes personales, se incluyese en el grupo prioritario de vacunación a las personas con discapacidad física y orgánica que la propia estrategia de vacunación reconoce su especial riesgo, como es el caso de aquellas con patologías o condiciones que afectan particularmente a su sistema inmunitario y presentan un riesgo de enfermedad grave, entre otras.

Esta estrategia ha sido objeto de varias actualizaciones desde su aprobación y en este aspecto se han incorporado a algunas de las personas de mayor riesgo de este grupo social que reivindicaba COCEMFE, como son las personas con trasplante o en lista de espera de trasplante de órgano sólido (pulmonar, renal, pancreático, cardíaco, hepático e intestinal); las personas en tratamiento renal sustitutivo; personas con enfermedad oncohematológica; personas con cáncer de órgano sólido, personas con inmunodeficiencias primarias, personas con trasplante de progenitores hematopoyéticos y personas con VIH.

“Sin embargo, hay muchas personas pertenecientes a nuestro grupo social que, siendo más vulnerables a la COVID-19, todavía no han sido priorizadas en esta estrategia de vacunación”, lamenta el presidente de COCEMFE, Anxo Queiruga, quien pide que “se tengan en cuenta no solo las condiciones de la persona, sino también su situación, es decir, el modo de vida que tiene la persona en cuestión y qué actividades tiene condicionadas por su discapacidad”.

Por ejemplo, esta reclamación hace referencia a personas con mayor exposición al contagio debido a la frecuencia de visita a hospitales y centros sociosanitarios, donde hay mayores contagios, o personas con necesidad de apoyo de terceras personas. También al entorno de cuidados no profesionales, incluyendo a madres y padres de menores con discapacidad y las personas con discapacidad física y orgánica que están experimentando un agravamiento del estado de salud general durante la pandemia debido al aplazamiento y retraso en citas, pruebas médicas y diagnósticos y a la falta de tratamientos.

33 millones de personas estarán vacunadas en agosto en España

Tras esta actualización, el presidente Pedro Sánchez compareció en La Moncloa para explicar cuál iba a ser el ritmo de vacunación en España. “Cinco millones de personas estarán vacunadas con pauta completa antes del 3 de mayo; 10 millones, en la semana del 1 de junio; 15 millones, la semana del 14 de junio; 25 millones, la semana del 19 de julio; y 33 millones de personas a finales de agosto”.

De cumplirse estos objetivos, el 70% de la población española estaría completamente vacunada a finales de agosto del año 2021, una cifra cercana a conseguir la inmunidad de grupo.

La Organización Mundial de la Salud define este término como “la protección indirecta contra una enfermedad infecciosa que se consigue cuando una población se vuelve inmune, ya sea como resultado de la vacunación o de haber presentado la infección con anterioridad” y en este sentido, este organismo apuesta por lograr la inmunidad colectiva mediante la vacunación y no mediante la propagación, ya que “daría como resultado que se presentaran casos y defunciones innecesarios”.

Sin embargo, el porcentaje de personas que deben ser inmunes para conseguir la inmunidad colectiva varía en cada caso, puesto que, por ejemplo, para lograr la inmunidad colectiva contra el sarampión es necesario vacunar aproximadamente al 95% de una población, mientras que en el caso de la poliomielitis, el umbral es aproximadamente del 80%. La OMS incide en que “se desconoce la proporción de la población a la que se le debe aplicar la vacuna contra la COVID-19 para comenzar a observar inmunidad colectiva”.

Las vacunas están demostrando su eficacia, reduciendo considerablemente la mortalidad en aquellas personas que ya han sido inmunizadas, mostrando así una luz al final de túnel que indica el final de esta carrera de obstáculos que está suponiendo la pandemia de la COVID-19.

 

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