Inteligencia artificial: oportunidad y reto para la discapacidad

En los últimos años, la inteligencia artificial ha irrumpido como una de las revoluciones tecnológicas más importantes de los últimos tiempos y se ha ido introduciendo paulatinamente en nuestro día a día cambiando nuestra forma de vivir, trabajar, estudiar o entretenernos. Sus múltiples utilidades y aplicaciones en distintos ámbitos han impulsado un desarrollo y crecimiento que, por otra parte, plantea grandes retos, como conseguir que la tecnología no contenga ningún tipo de sesgo y su aplicación sea ética. 

Por
Gema León Casero
Dos brazos, uno de ellos biónico, se unen por la inteligencia artificial.| Foto David Gyung
La IA ayuda a las personas con discapacidad en sus tareas diarias.

La idea de ‘una máquina que piensa’ se remonta a la antigua Grecia, aunque no fue hasta 1950, cuando Alan Turing, el experto matemático que descifró los códigos secretos nazis con la máquina Enigma, planteó en Computing Machinery and intelligence la posibilidad de que las máquinas pudieran pensar. No habría que esperar mucho para que el término ‘inteligencia artificial’ fuera acuñado, en 1956, por John McCarthy durante la primera conferencia sobre esta disciplina celebrada en Dartmouth College (Estados Unidos).  

¿Qué es la inteligencia artificial?  

En su forma más simple, la inteligencia artificial (IA) es una disciplina que combina algoritmos y datos para la resolución de problemas tratando de imitar la inteligencia y las capacidades humanas. ¿Quién no se ha encontrado un chatbot o ha hablado con Alexa? Se trata de aplicaciones que utilizan herramientas de IA que interpretan y reconocen el lenguaje o a personas. Otras, como las que utilizan Amazon y Netflix para mostrarnos productos y contenidos, se basan en motores de recomendación.   

Las grandes tecnológicas como Google o Netflix utilizan tecnologías de IA que emplean datos y, según explicó en la Masterclass ‘IA for Good: cómo la Inteligencia Artificial puede ayudar a las personas’, el coordinador de Proyectos de SoGooData, Iván Robles Agudo, “tenemos conciencia que utilizan muchos de esos datos, lo que ha dado pie a que el resto de empresas empiecen a darles importancia y comiencen a utilizarlos”. Esto ha impulsado a empresas y administraciones públicas a incorporar esta tecnología de datos a sus acciones, dando como fruto aplicaciones destinadas al diagnóstico de enfermedades o la generación de análisis de imágenes y voz, entre otras. Este desarrollo tecnológico es útil para toda la sociedad y, como afirma el presidente de COCEMFE, Anxo Queiruga, “tiene una implicación enorme en el beneficio de las personas con discapacidad”.  

“La revolución derivada de IA ha beneficiado a las personas con discapacidad y nos ha facilitado el ejercicio de nuestros derechos”

La inteligencia artificial tiene un sinfín de aplicaciones que se pueden emplear para facilitar la vida de las personas. Según Queiruga, “la revolución derivada de esta tecnología ha supuesto un beneficio para el grupo social de las personas con discapacidad a los que nos ha facilitado, entre otras cuestiones, que podamos ejercer nuestros derechos de participación, educación o empleo”.  

Sobre este tema, el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI) en su artículo ‘Inteligencia Artificial y Personas con Discapacidad desde una visión exigente de derechos humanos’, recoge algunos aspectos en los que la IA ha mejorado la vida de las personas con discapacidad facilitando, por ejemplo, el acceso a la información y a la propia comunicación o mejorando la accesibilidad en el entorno. También ha procurado la programación de robots para la asistencia personal, o la mejora de la atención sanitaria y los servicios de habilitación y rehabilitación, por citar algunos de los usos.  

Aunque el desarrollo de la tecnología está facilitando a las personas con discapacidad la realización de tareas cotidianas, en muchas ocasiones, no está al alcance de todo el mundo, lo que plantea el desafío de lograr que los costes de ciertos dispositivos disminuyan y mejorar su accesibilidad, de manera que todas las personas puedan acceder a las herramientas tecnológicas.   

En cuanto a la aplicación de esta tecnología en acciones que beneficien a las personas con discapacidad, el presidente de COCEMFE, Anxo Queiruga, afirma que “es fundamental conocer qué se ha hecho, saber qué se podría hacer y trabajar para que el futuro sea presente. Nuestras voces son decisivas para que la inclusión sea una realidad y la tecnología y la ciencia estén a nuestra disposición”. Y añade que “la tecnología existente tiene que tener en cuenta las necesidades del grupo social de las personas con discapacidad con el fin de alcanzar el pleno ejercicio de nuestros derechos”.  

Sesgos y ética: los peligros de la inteligencia artificial  

El CERMI, en el artículo citado anteriormente, menciona que el uso de la IA conlleva riesgos como las “discriminaciones en perjuicio de grupos sociales más expuestos a ver vulnerados sus derechos tales como género, raza o situación migratoria”. Y añade que existen estudios que “evidencian que las personas con discapacidad, mujeres y hombres, no son ajenas a este fenómeno, muy a menudo a través de discriminaciones múltiples e interseccionales”.   

Si quien programa a la IA no conoce la realidad de las personas con discapacidad ésta terminará excluyéndolas  

Esta afirmación parte de la base de que los modelos de IA aprenden a partir de los datos que las personas les facilitan. Si esos datos no representan la realidad, contendrán sesgos e, incluso, prejuicios. Si las personas encargadas de la programación apenas conocen la realidad del grupo social de las personas con discapacidad, la IA no tendrá ese dato que le permita tener capacidad de aprendizaje y terminará excluyendo a este grupo social.   

Iván Robles apunta que el Libro Blanco de Inteligencia Artificial y la aprobación de la propuesta del reglamento de la IA de la Unión Europea servirán “para establecer cuál es el cumplimiento que se tiene que exigir a todas las empresas en el plano ético". En este sentido, Robles afirma que la prioridad es que la IA “cumpla con el respeto de los Derechos Humanos” y que sea “transparente, es decir, que explique por qué ha tomado una decisión”. También añade que “tiene que ser justa, imparcial y cumplir con las leyes; ajustarse al principio de no maleficencia, que establece que un robot o una inteligencia artificial no hará daño a un ser humano”; cumplir con “el principio de beneficencia, que significa que los sistemas de inteligencia artificial deben ser diseñados para el progreso humano, la prosperidad, la creación de valor y la sostenibilidad” y, por último, concluye, “la IA debe estar centrada en el interés de las personas”.  

La revolución derivada de la inteligencia artificial ha facilitado la vida de la sociedad y, especialmente, del grupo social de las personas con discapacidad. Dispositivos que transcriben conversaciones, casas domóticas que permiten controlar luces, persianas y otros dispositivos; robots asistenciales e innumerables soluciones más ya están facilitando la vida y la independencia de las personas con discapacidad. Y la salud es un campo que la inteligencia artificial también está revolucionando: mediante algoritmos de aprendizaje automático podría ayudar a profesionales médicos a ofrecer diagnósticos más precisos, mejorar la comprensión de las enfermedades complejas y el diseño de nuevos fármacos y terapias personalizadas para tratar enfermedades específicas.  

Para superar los peligros que plantea el desarrollo de la tecnología será necesario, además de regulación, que las personas que programan la inteligencia artificial estén libres de sesgos y prejuicios para que los programas informáticos no perpetúen ideas preconcebidas y estereotipos, de manera que faciliten la inclusión de todos los colectivos en el uso y empleo de las tecnologías futuras.   

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